11/11/11

Deshielándonos

[...] La charla comenzaba a desviarse por los temas que buscaba, y comenzó a preguntarme mi relación contigo, de donde nos conocíamos y qué contacto teníamos. 'Bueno, no nos llevamos tan bien como vosotras dos, eso está claro, pero creo que tenemos mucha confianza y me cuenta ciertas cosas que le ayuda mucho soltarlas... supongo que por eso hemos mantenido el contacto'. 'Uy, uy... ¡seguro que te cuenta las veces que se enfada conmigo y me retrata fatal!', yo no podía creerme que de verdad estuviera contestando como si de un guión se tratase, como si supiera exactamente lo que buscaba que dijese. 'No, la verdad es que sólo me había hablado maravillas de ti... y por eso estaba buscando conocerte, la verdad'. El guiño con el que fue acompañado cambió totalmente el sentido de la conversación y empezó a centrarse en un juego de seducción dejándonos con un aroma a miel en el paladar cada vez más intenso. Las caricias calculadas pasaron a ser bromas jocosas, convirtiéndose en comentarios soeces y acercamientos mucho más... intensos. Tú no eras capaz de quitarme ojo y tu forma de vengarte era acercarte a cualquier persona del sexo opuesto siendo mucho más directa de lo que yo me permitia con ella. No te preocupes, intuía que esa sería la reacción y contaba con ello; era tu noche, y respetaba todas tus decisiones. Mientras nuestro debate de guiños y alusiones fue encaminándose a ciertas fantasías concretas, y entre líneas dejé caer varias confesiones que le provocaron el tick de morderse los labios tratando de disfrutar de la miel que se iba haciendo cada vez más palpable; la verdad es que estaba creando una imagen que me costó realmente resistir. Ya sólo faltaba el órdago, la jugada maestra, así que me acerqué a su oreja y mordisqueando levemente con los labios su lóbulo le propuse mi noche y dibujó una de las sonrisas más pícaras que he visto en mi vida. Con mi mano derecha enredé mis dedos en su cuero cabelludo y respiré el aroma que me llevaba embriagando casi una hora a su lado. Ella asintió con la cabeza y te buscamos con la mirada. Parece que habías llegado a un límite que no eras capaz de soportar y, con la ayuda de suficiente alcohol, eras tú la que se abalanzaba sobre un chico en el sillón de ese local devorándole el labio como si no hubiera mañana. Ella me miró sonriendo y mordiéndose el labio, buscando en mi expresión algún tipo de sentimiento de decepción, enfado o similar para saber cómo actuar. Le devolví la sonrisa, 'parece que nos está dando carta blanca' le susurré de nuevo sin quitarle la mirada de esos increíbles ojos gigantescos. 'Pues no la desaprovechemos... ¿no?' me contestó entre sonrisas, ofreciéndome la mano para que la ayudase a levantar. Nos escabullimos disimuladamente hacia la calle y comenzamos a andar, tratando de adivinar las reacciones que podrían salir de ti en ese momento.[...]

Fragmento de "Deshielándonos"

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