23/4/12

Describirte: Soñar


Retomando el tema pendiente de describirte, y luchando por quitarme la imagen de tus labios de mi cabeza, esta vez quiero centrarme en detalles mucho más... íntimos. La mayoría de los hombres que han compartido algún momento de tu vida se han dado cuenta del espectáculo que puedes ser para los sentidos. Si han tenido suerte, tal vez lo hayan descubierto no solo en la vista o el olfato; y si no se han percatado es que no son capaces de reconocer a una mujer brillante. Pero de eso no quiero hablar. Porque no estaría así sólo por lo que los otros también conocen de ti. Pobres, la mayoría no habrá podido disfrutarte. Mejor para ellos. Hay listones en esta vida que si los marcas, el resto de tus días pueden ser demasiado grises comparados con él. Pero no es el momento de hablar de esto.

Eras capaz de transportarme a una etapa de mi vida con la que nunca creí posible soñar, y menos en esta época. Has logrado que un crío que se conformaba con la soledad de su ordenador y el contacto casual femenino se imaginase una vida. Me hacías soñar con mi vida. No con que fuera feliz o no en ese momento ya que, como en todo, siempre tuvimos nuestros más y nuestros menos. Pero lo que realmente me importaba era que cuando terminaba el día, por muy mal que hubiera ido, y por mucho que hubieras influido tú en ese malestar... cerraba los ojos y soñaba con una vida. Y sentía que era feliz con esa vida. Era absolutamente feliz imaginándote a mi lado, y simplemente dejaba fluir cualquier cosa porque... porque eras tú.

No me estoy refiriendo a imaginarte a mi lado en una cama, o riendo mientras me haces una cena especial, o dejándome boquiabierto una nochevieja en la que me ocultaste el vestido hasta el último momento. No, he de reconocer que en algún otro momento hay gente que me ha hecho soñar con dentro de unos años o situaciones similares. Pero tú no sólo me provocabas eso. Soñaba con una mujer por la que luchar para hacerla feliz cada mañana. Me imaginaba compartiéndote con mi familia, con mi círculo y, en definitiva, con el resto de las situaciones que me quedan por descubrir porque me sentía absolutamente orgulloso de ti o, en realidad, orgulloso de poder contar contigo a mi lado. Producías que imaginase luchas y discusiones a la hora de criar a unos críos, malos momentos en los que nos tuviéramos que unir como nunca. Me imaginaba el final de la magia, cómo luchábamos por hacerla resurgir, como tras malas temporadas volvíamos con fuerzas a recordar porqué eras tú, e incluso porqué era yo. Era imposible que un enfado durase lo suficiente si cuando me tranquilizaba recordaba que tú eras con quién quería soñar esa vida. Que ahora continúen o no esos sueños no es el tema que nos incumbe, así que no creo necesario hablar de esto.

Y ahora es cuando viene la pregunta obligada. La pregunta que sé que te pasará por tu cabeza, la cuál es absolutamente lógica. Entonces... ¿Por qué lo hice? La verdad es que todavía soy incapaz de conocer realmente porqué lo hice. Ni siquiera soy capaz de ser objetivo a la hora de juzgar si hice bien o mal... vamos, sé que no lo hice, ni por asomo, de la mejor manera; pero me refiero a que si era lo que tenía que pasar o no. Sé, y de ello estoy absolutamente seguro, que lo hice sin perder ese sueño. Una parte de mí deseaba con todas las fuerzas que eso fuera un trámite necesario. Y eso es lo que me daba pánico. Sentía que... no podía, no podía contigo en ese momento, porque no podía hacer nada para producirte todas esas sensaciones en ti. Porque no podía hacerte feliz. Y... me entró pánico. Pensaba que, por mucho que soñase contigo, no podía estar a la altura en ese momento y prefería alejarme una temporada a provocar que me odiases por continuar con lo que no estaba bien, y que probablemente mi malestar lo pagase contigo. Porque eras la única parte de mi vida en al que no podía ponerme una careta si estaba triste. Porque eras mi vida, y simplemente era yo contigo. No pretendo justificarme, espero que ya lo sepas, simplemente pretendo explicar qué sentido tiene.

No, no he acabado aquí de describirte. Ya dije que no soy capaz de escribir de una manera coherente mientras tú seas el tema, y más porque se me hace demasiado raro escribirte a ti cuando suelo simplemente reflexionar sobre mi vida. Sigo dejándome temas en el tintero, y estoy seguro que tendré que volver a reunirme con mi cuaderno para dejar fluir este torbellino que tengo en la cabeza.

No hay comentarios:

Publicar un comentario