3/6/12

Madeja de sentimientos

La verdad es que es una sensación extraña. Aunque, en realidad, puede que se me antoje extraña porque llevo tratando de prohibirme estos asuntos durante demasiado tiempo, y ahora soy incapaz de afrontarlo porque he perdido todas mis armas. Pero no puedo evitar pensar demasiado en alguien. Eso, por si solo, no debería ser algo malo o algo a evitar, pero hay ciertas razones que me provocan un sabor de boca amargo porque me suceda. Entre ellas se podría enumerar que creo que a la otra persona esto le provoca malestar o incomodidad, lo cual cambia totalmente el asunto; que me siento débil sabiendo que no conozco los límites a los que puedo llegar por alguien así; y que en definitiva no tiene sentido alguno. Si es que estos temas en algún momento de la historia de la humanidad han tenido sentido.

Trato de explicarme mejor: no es que no tenga sentido porque sea alguien que no merezca la pena, porque entonces ni siquiera estaría debatiéndome nada. Sino porque es alguien tan diferente a mí que no me veo capaz de ofrecerle nada a la altura, y en realidad conozco solo la superficie. Es una de estas personas que te dejan con el regusto de que sea lo que sea que tengas por descubrir de ella, va a gustarte más. Y estoy seguro que quedan muchas cosas por descubrir. Pero describirla es un tema que dejaré para otra entrada, cunado tenga ánimo y fuerzas para convertirla en un poema a la altura; ahora simplemente lo que necesito es dejar fluir esta madeja de sentimientos con la esperanza de poder así ser capaz de ordenarlos y entenderme mejor. Obviamente, como la mayoría de mis menesteres, no ha salido bien y poco he sacado en claro. Pero he llegado a una conclusión: cunado llegue el momento, le debo una entrada. Todo sea dicho.

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