14/11/11

Primer acto: Sherezade (I)


La música era suave e impregnaba cada uno de los centímetros cúbicos del interior del local, luchando ferozmente con las densas partículas del tabaco y la tensión entre tantas miradas cómplices repletas de la pasión más carnal: el deseo. El ambiente estaba cuidadosamente mimado hasta lograr una armonía realmente sugerente; las luces rojas eran tenues e imposibles de localizar de dónde venían, el olor del tabaco se mezclaba con un dulce tono de canela proveniente de la barra, y las dispersas mesas estaban ocupadas por parejas o grupos que denotaban una conversación amena con la boca y penetrante con la mirada. Pepe se sentía totalmente fuera de lugar; pero era capaz de reconocer que si algún día fuera una de esas personas, como aquellas que estaban pasando el tiempo en este local, eligiría sin duda venir a "Azahar", que era lo que excusaba al local para decorar sus paredes con esas pinturas de harenes y versiones algo más 'artísticas' del Kamasutra, ya que es imposible que posturas como las que se veían fueran más que ideales teóricos. A cada paso miraba nervioso a su alrededor tratando de descifrar el rostro de la gente de las mesas, cosa que la luz dificultaba muchísimo, dándose cuenta que la gente de su alrededor estaba realmente arreglada y en su mayoría eran mujeres increíbles, de esas que raramente ves dos cerca. La mayoría de los labios eran carnosos y rojos, los escotes pronunciados, las pestañas tupidas... sin duda alguna, es un local donde Sherezade parece encajar a la perfección, o por lo menos la imagen que Pepe se había formado de ella después de todo ese tiempo hablando; sin embargo él no pertenecía a ese lugar. No era su sitio y se lo repetía a cada paso pero una parte de su cuerpo le exigía que por una vez se atreviese a ese tipo de situaciones, y no me refiero a la que se ocupa de la superación personal sino aquella que recordaba las pocas ocasiones que había disfrutado de una foto suya, de sus labios incluso más rojos, sus escotes más sugerentes y su mirada que no necesitaba rímeles. La canción reverberaba en su cabeza "Yo hago el amor con las mentes" mientras continuaba el recorrido que le había descrito detalladamente para llegar a esa mesa casi oculta en la sombra que su cita quiso escoger... qué raro le sonaba en su cabeza pensarlo como cita pero era su nombre. Volvió a sonreír mientras continuaba "Me seduce una cara y un cuerpo cuando veo que hay una mente en un cuerpo que vale la pena conocer" al pensarlo, se acomodó en el lado de la pared para ver a quienes entrasen y estar algo más oculto por las sombras. Pidió con timidez una Coca-cola y observó el escrutinio de la camarera cunado se quitó el abrigo mostrando su polo de rayas bajo un jersey básico. La camarera se alejó sonriendo por la imagen que daba, y él se sorprendió sonriendo al percatarse que incluso la camarera era espectacular en ese local, sobretodo con esa falda que tenían como uniforme...



No tuvo que esperar demasiado pero sí lo suficiente como para plantearse cientos de ocasiones los motivos por los que debería salir de ese local en ese preciso instante, todos ellos rebatidos de la misma manera: Sherezade. Algo tenía esa mujer. Algo le había despertado una parte de él que no había sentido nunca, algo que le había hecho sentir deseado, algo que sólo habría creído posible en los relatos, algo que le hacía sentir tan... normal. No había podido quitársela de la cabeza durante semanas, pero tenía pánico a este día. Había tratado de prepararla para ello, pero parecía no importarle todos sus problemas o cuánto le costaban este tipo de cosas; simplemente se mantenía tan agradable, pidiendo una vez más que se vieran, con esa alegría, con esa calidez. Estaba comenzando a encenderse tan sólo de recordar la cantidad de veces que parecía haberle estado buscando ella, como si le atrajese... él sabía perfectamente que eso no tenía sentido, y eran incontables las ocasiones que había estado segurísimo que se trataba de una broma pesada pero siempre había algo que revitalizaba su ilusión. Fue cuando más enfrascado en sus debates mentales estaba cuando se percató que alguien estaba rodando la silla frente a él, así que elevando la mirada la observó. Llevaba un vestido ajustado hasta medio muslo negro que entallaba remarcando sus curvas, dejando el escote permitido antes de que se considere soez coronándolo con un una esmeralda sobre su pecho colgando de su cuello. Su sonrisa era sincera y trasmitía seguridad marcando sus hoyuelos ligeramente maquillados, sus ojos eran enormes tras esas pequeñas gafas y el pelo azabache caía ondulado perdiéndose tras los hombros. Colocaba su chaqueta en el respaldo de la silla cuando Pepe reaccionó tarde levantándose para tratar de ayudarla, 'No te preocupes, cariño', no dejaba de dirigirle la más amplia de sus sonrisas, 'si es que no quería molestarte, parecías concentrado'. Aprovechando que se había incoporado, se acercó para saludarle con los dos besos más seductores que nunca le habían dado, acercándose peligrosamente a la comisura de los labios mientras dejaba una fragancia con un coqueto toque de vainilla que le provocaron un escalofrío a Pepe por toda la columna vertebral desde el coxis hasta las cervicales. Era una sensación placentera e incómoda, se sentía vulnerable pero hubiera sido capaz de dejarse caer en los brazos de esa mujer a su antojo. Cerró los ojos y se concentró en la vainilla, volviendo a sentir otro relámpago en su espalda y comenzando a formar perlas de sudor en su frente. Rápidamente se sentaron en su sitio y la camarera le salvó preguntándole a su acompañante qué quería. 'Leche de pantera', contestó mientras le guiñaba un ojo a Pepe y le daba un registro pícaro a su sonrisa que no se apagó en el resto de la noche.

La conversación la guiaba ella empezando por contar qué tal había sido su día y escogiendo cuidadosamente las preguntas para que su tímido compañero sintiera que interactuaba en la misma pero no le cohibía tener que dirigirla. Habló del trayecto, de su trabajo y de lo mal que se habían comportado algunos hombres cuando vino en metro a la cita así de guapa. 'Parece que no todos son tan caballeros, aunque espero que haya merecido la pena.... me importaba mucho que me vieras espectacular', con la mano buscó la de Pepe sobre la mesa ampliando la sonrisa hasta mostrar sus dientes. Él sólo pudo ruborizarse un poco más reirse con nerviosismo, hasta que prosiguió con su dulce voz 'pero bueno, que parece más un monólogo que una cita', volvió a mantener la sonrisa un segundo antes de continuar, '¿tu día qué tal? Desde hace un par de días que casi no sé de ti'. Era su turno y, con miedo comenzó a hablar de sus últimos días mientras Sherezade continuaba guiando con preguntas concisas la conversación. Fue entonces cuando se recogió el pelo tras la oreja y mostró sus pendientes. Su vista se fijó irremediablemente en ellos como si llamasen a su instinto y no pudo evitar sentir temblar su espalda; aunque esta vez fueron relámpagos, truenos y estampidas lo que nacía de su lumbar. Amarillo. Amarillo chillón. No importaba la forma, no importaba el color, era amarillo. Su frente no la poblaban perlas sino mares de sudor frío. Amarillo. Paró toda su conversación y simplemente fijó la mirada en su lóbulo reflejando pánico en su rostro. '¿Qué...' masculló ella tocándose la oreja instintivamente, hasta que al jugar con su pendiente lo recordó y '¡Dios! ¡Lo siento! No lo recordé, no recordé lo de tu cromatofobia... ¿xanotofobia se llamaba? De verdad, lo siento, lo sineto. Espera que me lo quito'. Rápidamente se quitó el pendiente y lo guardó en el bolso, pero Pepe seguía ensimismado sin reaccionar, inmóvil. Ella volvió a buscar su mano y trató de acariciarle para tranquilizarle mientras continuaba disculpándose, pero Pepe estaba centrando todas sus energías en contenerse y era poco consciente de lo que sucedía a su alrededor. Lo poco que logró entender cuando la vio incoporarse fue 'venga, ven, que nos movemos un poco, que además todavía te debo lo que te prometí', mientras con la mano le ayudaba a ponerse de pie. A esa mujer era incapaz de decirle que no.

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